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El bloque norteamericano: motor económico, motor social

Durante la Cumbre de Líderes de Norteamérica, que tuvo lugar del 9 al 11 de enero, los mandatarios de Estados Unidos y México, al igual que el primer ministro de Canadá, llegaron a distintos acuerdos en materia económica, medioambiental, migratoria y de la salud: reforzar la cooperación económica; priorizar y atraer la inversión e innovación; reducir emisiones de gases contaminantes; mejorar la disposición de residuos; disminuir el desperdicio en alimentos; crear espacios de empleo; asistencia y protección a los migrantes; entre otros. Lo anterior, en un momento -a nivel mundial- en el que continúan los efectos derivados de las complicaciones en los intercambios comerciales por el confinamiento tras la pandemia. Dichos acuerdos resultan de gran relevancia en la medida que demuestran claridad y concordancia por parte de los tres gobiernos en las líneas de desarrollo para la región, así como en la relevancia de sus vínculos económico-sociales.


La “nueva normalidad” y el conflicto armado Rusia-Ucrania revivieron antiguas configuraciones y alianzas mundiales, a la vez que resaltaron la necesidad de contar con bloques regionales, como el conformado por Estados Unidos, México y Canadá. Si bien las alianzas comerciales de éstos anteceden los retos mencionados, la importancia de la relación ha cobrado mayor relevancia frente a la coyuntura actual y las oportunidades que dicha integración puede representar.

En conjunto, los tres países reúnen casi un tercio del PIB mundial, además de distintas características geográficas, políticas y socioeconómicas -incluyendo a las demográficas, que aportan un mayor dinamismo a la producción y el consumo, contrario a lo que se observa en algunos países europeos y asiáticos. Lo anterior, permite al bloque norteamericano construir oportunidades dentro y para la región; a la vez que hacerles frente a otras influencias comerciales, como la de China.

Más allá de lo positivo del refuerzo a la unidad y de la exhibición de la fuerza productiva conjunta, vale la pena profundizar sobre algunos elementos y las repercusiones que éstos podrían tener en el futuro de la cooperación:


· La delimitación concreta de las vías de materialización. - Si bien la Cumbre demostró un diagnóstico compartido sobre las necesidades y líneas de acción en lo general, hizo falta una mayor claridad sobre las vías para resolver y asignar las responsabilidades correspondientes, así como acerca de sus formas de vigilancia o monitoreo.

· Los posibles obstáculos internos que enfrentarían los tres países en torno a la creación e implementación de dichas políticas. - En este sentido, vale la pena resaltar los procesos electorales a los que se enfrentarán México y Estados Unidos, los cuales podrían representar retos en lo que se refiere al actuar de los congresos, presupuestos, presiones y respaldo por parte de la iniciativa privada, así como la necesidad de priorizar la atención a necesidades domésticas sobre cualquier acuerdo internacional.

· Los temas de mayor sensibilidad. - Estados Unidos solicitó no incluir la migración, mientras México hizo lo propio con el sector energético. Si bien se contempla que dichos temas fueron abordados en privado, los efectos de ambas discusiones son de la mayor trascendencia. México es un aliado clave para el tema migratorio, el cual será indiscutiblemente un foco rojo en las elecciones de la nación estadounidense. Por su parte, el proceso de consultas en torno al T-MEC y sus posibles resoluciones tendrían enormes afectaciones tanto para el comercio en general como para los sectores clave en México.

· Mecanismos de cooperación. - El nearshoring es un proceso en curso, cuya oportunidad dependerá de que México sepa aprovechar las condiciones para que los inversionistas consideren a nuestro país como una opción. Si bien el acuerdo de la Cumbre de la llamada “sustitución de importaciones” levantó preocupación sobre un posible regreso al pasado, en realidad se trata de lograr la atracción de inversión a la región y reducir las importaciones de China. En ese sentido, la estrategia que se deberá impulsar se refiere al fortalecimiento del bloque económico de América del Norte, resaltando la importancia de que México se convenza y aproveche las oportunidades que el nearshoring representa.


En esta línea, observamos que los resultados finales de la Cumbre fueron positivos pero limitados. Se logró llegar a acuerdos, superando las expectativas y el escepticismo alrededor del encuentro, al mismo tiempo que se evitaron los choques entre los países, al menos de manera pública. Se mostró claridad y unidad entre los mandatarios sobre la importancia de la región y la necesidad de colaborar en materias de competitividad, migración, desarrollo y seguridad regional. Y, sobre todo -y más importante-, se demostró la institucionalidad de la relación trilateral independientemente de los gobiernos en turno.


Si bien es innegable que el concepto de América del Norte nace con un enfoque comercial, no se debe perder de vista el potencial que existe para explotar su motor económico y social. Es decir, uno que contribuya al desarrollo integral de los habitantes de los tres países y que busque garantizar la innovación y el bienestar, el cual puede –y debe- estar regido por los profundos vínculos e interdependencia que existen entre los países más allá del comercio. En este sentido, se necesita de un avance conjunto que multiplique las oportunidades para las empresas y ciudadanos en la búsqueda de una cohesión que trascienda el ámbito comercial.


Este artículo fue escrito por Mariana Raphael Velasco y Adriana Navarro Morales, Consultoras en Grupo Estrategia Política.

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